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Los 80:
El silencio tras el estruendo

Con la elección de Belisario Betancur, en 1982, la esperanza de paz de las y los colombianos empezaba a jugar una vez más. El anhelo era terminar el conflicto con las guerrillas, un propósito constante desde su aparición en los años sesenta y setenta . No obstante, la nueva década trajo consigo un nuevo enemigo: el narcotráfico. Pablo Escobar, líder y fundador del Cartel de Medellín, emprendió acciones contra políticos, agentes del Estado y funcionarios. La búsqueda de la verdad y el deber informativo del periodismo hicieron que Escobar incluyera a la prensa dentro de su lista de objetivos. Los y las periodistas informaron de atentados en las ciudades que incluyeron ataques contra sus colegas. Reporteros de todo el país vivían con zozobra e incertidumbre, pues no sabían si el artículo que escribían un día sería el último que firmarían.

Quienes resistieron o sobrevivieron a la violencia, fueron víctimas de intimidaciones y amenazas: los perseguían o les enviaban cartas o sufragios hasta sus casas o lugares de trabajo. A su vez, inició una ola de asesinatos de reporteros y corresponsales regionales que se extendió por varias décadas.

“Graduación de la prensa del conflicto armado”

Bogotá, febrero de 1980

16 integrantes del Movimiento 19 de Abril (M-19) tomaron la Embajada de República Dominicana. La Operación Libertad y Democracia, como también fue conocida, duró sesenta días, del 27 de febrero al 27 de abril, por lo que el cubrimiento periodístico fue un desafío.

Para muchos periodistas fue la “graduación de la prensa del conflicto armado”, pues el campamento a las afueras de la embajada fue un laboratorio de periodismo al que llamaron “Villa Chiva”. La toma de la embajada recibió atención nacional e internacional. El lejano conflicto armado colombiano, del que se informaba ocasionalmente, llegó al centro del país. Su existencia era un hecho rotundo, que exigía una sólida información periodística.

Exilio sin retorno de Gabriel García Márquez

1981

Un año antes de recibir el Premio Nobel de Literatura, Gabriel García Márquez tuvo que abandonar el país. Retornó ocasionalmente, pero desde su partida se instaló en México, país que le brindó acogida.

Los textos de “Gabo” siguieron merodeando a Colombia, pero el país tuvo que soportar la distancia del que ha sido uno de sus mejores reporteros y su escritor más reconocido.

Su caso, tal vez el más emblemático, ha sido parte de la injusta ruta del exilio impuesta sobre muchos otros y otras periodistas en el país.

Bomba a Radio Caribabare

Saravena, Arauca, 1984

En 1984 miembros del ELN detonaron una bomba en la sede de Radio Caribabare, emisora afiliada a Caracol Radio. La emisora no pudo seguir funcionando. El hecho fue antesala de muchos medios que desaparecieron por acción directa de actores armados. 

Efraín Varela, referente del periodismo araucano, tuvo que salir del departamento poco tiempo después. Su retorno a la capital de Arauca no solo fue una muestra de resistencia, sino que le permitió a los jóvenes del departamento aprender de quien fue considerado un maestro en el oficio.  Efraín fue asesinado en 2002. Su asesinato sigue impune.

Mujeres Periodistas

El recorrido por el pasado del periodismo en Colombia amerita una pausa y reconocimiento a la labor de las mujeres periodistas. Este oficio ha sido desarrollado por hombres, quienes han impuesto su mirada, pero la convulsionada década del 80 significó el posicionamiento de las mujeres en el periodismo Colombiano. Trabajos como los de Olga Behar, Silvia Galvis, Margarita Vidal, Patricia Lara, Ligia Riveros y María Jimena Duzán, no solo fueron referencia para otras mujeres que deseaban ejercer el oficio, sino que marcaron la necesidad de contar con ellas para consolidar el periodismo en el país.

Durante los años 80, en el campo del periodismo se consolidó el trabajo de mujeres como Patricia Lara Salive, Silvia Galvis, María Jimena Duzán y Olgar Behar.

Un silencio que no calla

Bogotá, 19 de diciembre de 1986

Dos días después del asesinato del director de El Espectador, Guillermo Cano, se realizó la marcha del silencio. La gente salió conmovida a las calles a despedir al director de uno de los medios más importantes del país.

Colombia se sabía sumergida en una violencia sin control que se estaba llevando a la gente con valentía para hablar sobre ella.

El silencio en la radio y los espacios en blanco en los medios escritos fueron una respuesta ante esa violencia. “Un silencio que no calla” tituló una de las columnas de El Espectador. Esa frase no solo resume la solemnidad de ese momento, sino la dignidad de las personas en esa manifestación.

Fotografía del archivo de El Espectador del 20 de diciembre de 1986.

Atentado contra El Colombiano

Medellín, 10 de marzo de 1988

A las 10 de la noche de un jueves dos hombres llegaron a la sede del periódico, en el centro de la ciudad, con dos paquetes de los que salía humo. El vigilante, Gabriel Trespalacios, los sacó con cuidado y alertó a quienes estaban cerca sobre el riesgo de explosión. A los cinco minutos que el vigilante dejó ambos paquetes sobre la calle, se escuchó la detonación. El aviso de Trespalacios evitó un daño mayor y salvó la vida de los transeúntes pues alcanzaron a resguardarse o huir del lugar.

En la edición del sábado, tres días después del atentado, El Colombiano publicó una crónica sobre lo ocurrido.

Fotografía del archivo de El Tiempo del 11 de marzo de 1988.

Atentado contra El Espectador

Bogotá, 2 de septiembre de 1989

El medio bogotano fue uno de los más acérrimos contrincantes del narcotráfico. Sus denuncias y noticias contra el Cartel de Medellín lo convirtieron en uno de los objetivos principales del narcotraficante Pablo Escobar, quien decidió poner una bomba en la sede del diario. El sábado 2 de septiembre, un camión bomba con más de 100 kilos explotó en el parqueadero del periódico a las 6:43 de la mañana. La detonación dejó 73 heridos y daños materiales en la sede y en estructuras aledañas.

La edición a blanco y negro al día siguiente tituló: “¡Seguimos adelante!”, como una muestra del coraje y la vocación al periodismo.

Fotografía del archivo de El Espectador del 3 de septiembre de 1989.

Atentado contra Vanguardia Liberal

Bucaramanga, 16 de octubre de 1989

El narcotráfico también atacó al medio insignia de Santander. En un ataque similar al de El Espectador, un automóvil Renault 4, también con 100 kilos de dinamita, explotó en la entrada de las instalaciones del diario bumangués. El ataque dejó tres personas muertas, siete heridas y daños en la estructura.

El ataque no amilanó a los periodistas y un día después, en medio de los ecos de la explosión, el diario volvió a circular.

En esta década fueron asesinados 41 periodistas por razones vinculadas a su oficio; catorce, en 1989.

Jesús José “Pepe”, Luis Palacio Iragorri, Libardo Gil Ceballos, Carlos Ancízar Gómez Zuluaga, Ramiro Ariza Villamil, Alirio Mora Beltrán, Nelson Anaya Barreto, Mario Pineda Pineda, José Antonio Dumet Rivero, Lides Renato Batalla, Rodrigo María Navia González, Cristian Martínez Sarria, Alberto Lebrún Múnera, Adolfo León Rengifo, Luis Roberto Camacho Prada, Raúl Echavarría Barrientos, Álvaro Falla Tamayo, Luis Eduardo Muñoz Cifuentes,Guillermo Cano Isaza, Mariam Ruiz Castañeda,

Fernando Bahamón Molina, Héctor Abad Gómez,Nelson Gavini Alzate, Belisario Zambrano Roa, Álvaro Rojas Bustamante, Rodrigo Vélez Toscano, Oswaldo Regino Pérez, Héctor Giraldo Gálvez, Luis Daniel Vera López, Adolfo Pérez Arosemena, Carlos Enrique Morales Hernández, Jorge León Vallejo Rendón, Juan Gabriel Caro Montoya, Guillermo Gómez Murillo, Roberto Sarasty Obregón, Martha Luz López López, Miguel Arturo Soler Leal, William Bendeck Olivella, Diego Vargas Escobar, Jorge Enrique Pulido y José Wenceslao Espejo.